Señor Juez, no podía más con los cargos de mi conciencia y he venido a presentarme personal y voluntariamente. No podía dormir. Tampoco comer y casi ni respirar. Mis crímenes y delitos tenían mi cabeza hecha un infierno.
Por eso vengo a confesar.
Que cometí el horrendo crimen de pensar que la paz en Colombia era posible. Me declaré en rebelión contra la guerra y contra la muerte y en concierto para delinquir participé en conferencias, seminarios y encuentros junto a otros y otras tan horrorosamente culpables como yo.
Tuve la desvergüenza de denunciar los justos asesinatos de los sindicalistas, los indígenas, estudiantes y campesinos. El descaro de repudiar el genocidio contra la Unión Patriótica. Apostrofé de la tortura, de las desapariciones forzadas y hasta de los descuartizamientos con motosierra hechos por los héroes paramilitares con la patriótica ayuda de Generales, terratenientes y parlamentarios. Dudé de la santidad de un hombre tan extraordinario como Álvaro Uribe. Pequé, lo confieso, al pensar que tenía nexos con narcotraficantes y paramilitares.
Y para rematar, Señor Juez, y por favor que esto no quede en el prontuario, me hice cómplice de la vida, testaferro de la esperanza y colaborador de la utopía.
Condéneme, Señor Juez.
Por favor, condéneme
Por eso vengo a confesar.
Que cometí el horrendo crimen de pensar que la paz en Colombia era posible. Me declaré en rebelión contra la guerra y contra la muerte y en concierto para delinquir participé en conferencias, seminarios y encuentros junto a otros y otras tan horrorosamente culpables como yo.
Tuve la desvergüenza de denunciar los justos asesinatos de los sindicalistas, los indígenas, estudiantes y campesinos. El descaro de repudiar el genocidio contra la Unión Patriótica. Apostrofé de la tortura, de las desapariciones forzadas y hasta de los descuartizamientos con motosierra hechos por los héroes paramilitares con la patriótica ayuda de Generales, terratenientes y parlamentarios. Dudé de la santidad de un hombre tan extraordinario como Álvaro Uribe. Pequé, lo confieso, al pensar que tenía nexos con narcotraficantes y paramilitares.
Y para rematar, Señor Juez, y por favor que esto no quede en el prontuario, me hice cómplice de la vida, testaferro de la esperanza y colaborador de la utopía.
Condéneme, Señor Juez.
Por favor, condéneme
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