Cortesía de Quino
Manifiesto de Asnabi (Asociación Navarra de Bibliotecarios / Nafarroako Liburuzainen Elkartea)
Manifiesto de Asnabi (Asociación Navarra de Bibliotecarios / Nafarroako Liburuzainen Elkartea)
Perogrullo estaría orgulloso del título de este manifiesto, si no fuera porque la afirmación obvia que plantea el título se está hoy cuestionando en las bibliotecas públicas de Navarra y en la sociedad navarra por extensión. Los bibliotecarios estamos alarmados. Los ciudadanos, por supuesto, también lo estamos.
La alarma ha saltado cuando de la biblioteca pública de Barañain han desaparecido (no por su propio pie) dos de los periódicos que acostumbraban a compartir espacio con el resto. El motivo de su desaparición ha sido que un ciudadano (en su calidad de concejal), al que esos periódicos no le acababan de gustar, lo ha decidido así. También que otro ciudadano (en su calidad de Jefe del Servicio de Bibliotecas), por motivos desconocidos, lo ha decidido así.
Las bibliotecas, mal que les pese a algunos ciudadanos, no son así. Las bibliotecas no rechazan. Las bibliotecas públicas están hechas de un tejido inusual, un tejido no comercializable, no ideológico, un tejido que se expande, un tejido no censor. Ahí radica su grandeza, en su permeabilidad y su infinita capacidad. Cuando se edita un nuevo libro, una nueva revista, un nuevo periódico, un nuevo pensamiento manuscrito, la biblioteca se hace de inmediato unos centímetros más grande, con el único fin de acoger al recién llegado, de hacerle un sitio. De esta forma, todo lo ya creado y lo aún por crear tiene un lugar, la biblioteca pública, en el que poder respirar, codearse con los de su especie (la magnífica especie de lo escrito)y hacerse accesible al mundo, a los lectores. Y si no es así, la biblioteca pública enferma; y la única terapia para reconstituirla será tejerla de nuevo ese traje elástico, reconstruir ese continente de contenido infinito que nunca se debió quebrar.
La biblioteca pública es uno de los enclaves básicos de la cultura. Y la cultura, la civilización, no es sino esto:
Que una bibliotecaria ultraurbanita preste con su mejor sonrisa un libro sobre la corteza del abedul.
Que conviva un libro de física cuántica, apoyado tapa con (no contra) tapa, al lado de uno que apueste firmemente por la teoría de la relatividad.
Que haya libros en papel, y que haya otros que podamos leer en Internet.
Que se crucen y saluden en la entrada de la biblioteca el que porta un disco de Salieri y el que va en busca de otro de Mozart.
La cultura es que todo, todas, todos, tengamos cabida en la biblioteca pública.
Hemos dicho una y mil veces “hay un libro para cada lector”, con la aspiración soñada de que todos podemos ser amantes de un libro, para después convertirnos en concubinos de cientos. ¿Qué sucede entonces si no hay un libro para un lector?, y aún peor, ¿qué sucede si hay un libro para un lector y ese libro se lo quitamos a ese lector de las manos?
Si un libro, una revista, un periódico, un papel lleno de tinta significante, no es bienvenido a las bibliotecas públicas, no nos engañemos, eso significará que un lector, y tal vez otra, y otra, y otro lector, tan ciudadanos como el resto, no son bienvenidos a las bibliotecas públicas.
No, no nos engañemos:
es como si instalamos una cuerda con la señal de “prohibido” en la puerta de la biblioteca y la extendemos o no, en función de quién se acerca,
es como si editamos carnés de biblioteca de primera y segunda categoría, unos magenta, otros de otro color;
es como si colgamos en el día del libro grandes letreros que digan “lean, pero no lean todo”;
es como si a un lector de un periódico, le damos otro periódico, le damos el periódico que a mí me gusta, y no el periódico que él quiere leer;
es como si ponemos entre comillas (y no subrayado, como debiera) el “pública” de la biblioteca pública.
Los que suscribimos este manifiesto sentimos que haya llegado este triste momento en que este manifiesto se ha tenido que idear, y firmar.
La alarma ha saltado cuando de la biblioteca pública de Barañain han desaparecido (no por su propio pie) dos de los periódicos que acostumbraban a compartir espacio con el resto. El motivo de su desaparición ha sido que un ciudadano (en su calidad de concejal), al que esos periódicos no le acababan de gustar, lo ha decidido así. También que otro ciudadano (en su calidad de Jefe del Servicio de Bibliotecas), por motivos desconocidos, lo ha decidido así.
Las bibliotecas, mal que les pese a algunos ciudadanos, no son así. Las bibliotecas no rechazan. Las bibliotecas públicas están hechas de un tejido inusual, un tejido no comercializable, no ideológico, un tejido que se expande, un tejido no censor. Ahí radica su grandeza, en su permeabilidad y su infinita capacidad. Cuando se edita un nuevo libro, una nueva revista, un nuevo periódico, un nuevo pensamiento manuscrito, la biblioteca se hace de inmediato unos centímetros más grande, con el único fin de acoger al recién llegado, de hacerle un sitio. De esta forma, todo lo ya creado y lo aún por crear tiene un lugar, la biblioteca pública, en el que poder respirar, codearse con los de su especie (la magnífica especie de lo escrito)y hacerse accesible al mundo, a los lectores. Y si no es así, la biblioteca pública enferma; y la única terapia para reconstituirla será tejerla de nuevo ese traje elástico, reconstruir ese continente de contenido infinito que nunca se debió quebrar.
La biblioteca pública es uno de los enclaves básicos de la cultura. Y la cultura, la civilización, no es sino esto:
Que una bibliotecaria ultraurbanita preste con su mejor sonrisa un libro sobre la corteza del abedul.
Que conviva un libro de física cuántica, apoyado tapa con (no contra) tapa, al lado de uno que apueste firmemente por la teoría de la relatividad.
Que haya libros en papel, y que haya otros que podamos leer en Internet.
Que se crucen y saluden en la entrada de la biblioteca el que porta un disco de Salieri y el que va en busca de otro de Mozart.
La cultura es que todo, todas, todos, tengamos cabida en la biblioteca pública.
Hemos dicho una y mil veces “hay un libro para cada lector”, con la aspiración soñada de que todos podemos ser amantes de un libro, para después convertirnos en concubinos de cientos. ¿Qué sucede entonces si no hay un libro para un lector?, y aún peor, ¿qué sucede si hay un libro para un lector y ese libro se lo quitamos a ese lector de las manos?
Si un libro, una revista, un periódico, un papel lleno de tinta significante, no es bienvenido a las bibliotecas públicas, no nos engañemos, eso significará que un lector, y tal vez otra, y otra, y otro lector, tan ciudadanos como el resto, no son bienvenidos a las bibliotecas públicas.
No, no nos engañemos:
es como si instalamos una cuerda con la señal de “prohibido” en la puerta de la biblioteca y la extendemos o no, en función de quién se acerca,
es como si editamos carnés de biblioteca de primera y segunda categoría, unos magenta, otros de otro color;
es como si colgamos en el día del libro grandes letreros que digan “lean, pero no lean todo”;
es como si a un lector de un periódico, le damos otro periódico, le damos el periódico que a mí me gusta, y no el periódico que él quiere leer;
es como si ponemos entre comillas (y no subrayado, como debiera) el “pública” de la biblioteca pública.
Los que suscribimos este manifiesto sentimos que haya llegado este triste momento en que este manifiesto se ha tenido que idear, y firmar.
Enviar adhesiones a la Biblioteca Pública de Pamplona-Yamaguchi (bibliyam@cfnavarra.es), con el nombre, los apellidos, el DNI y el puesto de trabajo.
Herri Liburutegiak denontzat, denok den-denak garenean
Pellokeria adierazpen honen izenburuan ezta? Horrela izanen litzateke Nafarroako gizartean eta Nafarroako Liburutegi Publikoetan bertan erraten dena gaur egun dudetan ez balego. Liburuzainok kezkatuta gaude. Baita hiritarrak ere, jakina.
Alarma piztu da Barañaingo Liburutegi Publikotik bertzen artean ziren bi egunkari desagertu direlarik (eta ez ospa egin dutelako). Zergatia arras sinplea da: hiritar batek -zinegotzia dena- ez zituen gustokoak, eta honela erabaki du. Eta bertze hiritar batek –Liburutegi Zerbitzuen Zuzendaria dena- ezjakinak diren arrazoiengatik, baita honela ere erabaki du.
Hiritar batzuen gustokoak ez badira ere, liburutegiak ez dira horrelakoak. Liburutegiek ez dute baztertzen. Liburutegi publikoak oso ehun berezi batez eginak dira, sal-erosgai ez den ehun batez eginak. Ehun hori ez da ideolojikoa, handitu daiteke neurririk gabe eta ez da sekulan ehun zentsuratzaile izanen. Horren iragazkor izatean eta bere bukaezinezko zabaltasunean datza bere handitasuna. Liburu berri bat, aldizkari berri bat, egunkari berri bat, eskuz izkribatutako pentsakera berri bat kaleratzen den momentu berean liburutegia zentimetro batzuk zabalago egiten da, heldu berriari lekutxo bat egiteko asmoz. Honela sortu den guztiak eta sortzeko dagoenak badu bere tokia liburutegi publikoan. Honela arnas dezake, honela alderatu daiteke, honela munduaren eskura jartzen da. Eta horrela ez bada, liburutegi publikoa gaixotu egiten da, eta duen sendagai bakarra honako hau da: berregin berezkoa duen soineko elastiko hori, berregin barnean infinitoa jaso dezakeen ehuna, sekulan ez zena hautsia izan behar.
Liburutegi publikoa kulturaren oinarrizko ardatzen artean dago. Eta kultura, zibilizazioa zera baino ez da:
Erabat hiritarra den libuzain batek urkiaren azalari buruzko liburu bat maileguan eman dezan bere irribarre hoberenarekin.
Azalez azal (eta ez azal azalaren kontra) elkarbizi daitezen fisika kuantikoaz mintzatzen den liburua eta erlatibitatearen teoria irmoki defendatzen duena.
Paperetan irakurri daitezken liburuak eta Interneten irakurtzekoak egon daitezen.
Liburutegiko atarian topo egin eta elkarri agurtu diezaioten Salieriren diska bat daramanak eta Mozarten disko bila doanak.
Gauza, pertsona eta idea guztiak liburutegi publikoan lekua izatea da kultura.
Mila aldiz erran izan dugu “bada liburu bat irakurle bakoitzarentzat”, eta horrela adierazten genuen gure ametsik preziatuena: denak izan gaitezen liburu baten maitaleak ondoren bertze mila liburuen amoranteak bilakatzeko. Zer gertatzen da, irakurle batentzat ez bada bere liburua? Eta okerrago, zer gertatzen da liburua egonik eskuetatik kentzen badiogu?
Liburu bat, aldizkari bat egunkari bat edo zentzuz idatzitako paper bat ez bada ongietorria liburutegi publikoetan, ez tronpatu: horrek esan nahi duena da, irakurle bat, eta agian bertze bat, eta bertze bat, eta bertze hori ere -zuk bezain besteko eskubideak dituen hori- ez diren ongi etorriak liburutegi publikoetara.
Alarma piztu da Barañaingo Liburutegi Publikotik bertzen artean ziren bi egunkari desagertu direlarik (eta ez ospa egin dutelako). Zergatia arras sinplea da: hiritar batek -zinegotzia dena- ez zituen gustokoak, eta honela erabaki du. Eta bertze hiritar batek –Liburutegi Zerbitzuen Zuzendaria dena- ezjakinak diren arrazoiengatik, baita honela ere erabaki du.
Hiritar batzuen gustokoak ez badira ere, liburutegiak ez dira horrelakoak. Liburutegiek ez dute baztertzen. Liburutegi publikoak oso ehun berezi batez eginak dira, sal-erosgai ez den ehun batez eginak. Ehun hori ez da ideolojikoa, handitu daiteke neurririk gabe eta ez da sekulan ehun zentsuratzaile izanen. Horren iragazkor izatean eta bere bukaezinezko zabaltasunean datza bere handitasuna. Liburu berri bat, aldizkari berri bat, egunkari berri bat, eskuz izkribatutako pentsakera berri bat kaleratzen den momentu berean liburutegia zentimetro batzuk zabalago egiten da, heldu berriari lekutxo bat egiteko asmoz. Honela sortu den guztiak eta sortzeko dagoenak badu bere tokia liburutegi publikoan. Honela arnas dezake, honela alderatu daiteke, honela munduaren eskura jartzen da. Eta horrela ez bada, liburutegi publikoa gaixotu egiten da, eta duen sendagai bakarra honako hau da: berregin berezkoa duen soineko elastiko hori, berregin barnean infinitoa jaso dezakeen ehuna, sekulan ez zena hautsia izan behar.
Liburutegi publikoa kulturaren oinarrizko ardatzen artean dago. Eta kultura, zibilizazioa zera baino ez da:
Erabat hiritarra den libuzain batek urkiaren azalari buruzko liburu bat maileguan eman dezan bere irribarre hoberenarekin.
Azalez azal (eta ez azal azalaren kontra) elkarbizi daitezen fisika kuantikoaz mintzatzen den liburua eta erlatibitatearen teoria irmoki defendatzen duena.
Paperetan irakurri daitezken liburuak eta Interneten irakurtzekoak egon daitezen.
Liburutegiko atarian topo egin eta elkarri agurtu diezaioten Salieriren diska bat daramanak eta Mozarten disko bila doanak.
Gauza, pertsona eta idea guztiak liburutegi publikoan lekua izatea da kultura.
Mila aldiz erran izan dugu “bada liburu bat irakurle bakoitzarentzat”, eta horrela adierazten genuen gure ametsik preziatuena: denak izan gaitezen liburu baten maitaleak ondoren bertze mila liburuen amoranteak bilakatzeko. Zer gertatzen da, irakurle batentzat ez bada bere liburua? Eta okerrago, zer gertatzen da liburua egonik eskuetatik kentzen badiogu?
Liburu bat, aldizkari bat egunkari bat edo zentzuz idatzitako paper bat ez bada ongietorria liburutegi publikoetan, ez tronpatu: horrek esan nahi duena da, irakurle bat, eta agian bertze bat, eta bertze bat, eta bertze hori ere -zuk bezain besteko eskubideak dituen hori- ez diren ongi etorriak liburutegi publikoetara.
Ez. Ez tronpatu:
Segun eta nor hurbiltzen den “Sarrera debekatuta” errango zuen txartel bat zabalduko bagenu bezalakoxea da.
Lehenengo eta bigarreneko mailako irakurle txartelak egingo bagenitu bezala izango litzateke, segun eta nori, kolore batekoa edo bertzekoa emateko.
Liburuaren egunean txartel handi batean “Irakur ezazu baina ez irakur denetarik” idatziko bagenu bezala izango litzateke
Egunkari baten irakurleari gustokoa eta irakurri nahi duena eman beharrean niri gustatzen zaidan egunkaria emango bagenio bezalakoxea da
Azpimarratua joan behar dena liburutegi publikoa -n azpimarratu beharrean “publikoa” komatxoen artean jartzea da
Idazki hau sinatzen dugunak, idazki hau idazteko momentua heldu izanak tristuraz betetzen digu.
Enviar adhesiones a la Biblioteca Pública de Pamplona-Yamaguchi (bibliyam@cfnavarra.es), con el nombre, los apellidos, el DNI y el puesto de trabajo.
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