No sé usted, pero yo, que soy de la generación de los padres del Cuéntame, he reflexionado muchas veces en los pasados años al ver la alegría con la que todos gastábamos el dinero. De repente nuestro país se había hecho rico, ¡qué estupendo! Era como cuando a una familia le suben mucho los ingresos y puede empezar a gastar en restaurantes sin mirar precios, con lo que antes costaba salir a comer fuera.
Ahora, como en las familias cuando se pasan de gasto, hay que apretarse el cinturón. Y no sé a qué mentes privilegiadas se les ha ocurrido que, para ello, lo mejor es empezar a desprestigiar al funcionariado. Ese es el primer paso para desmantelar la “cosa pública”, para reducir drásticamente servicios cuya conquista ha costado sangre, sudor y lágrimas a muchas generaciones, para dejar servicios fundamentales en manos de empresarios que, como primer objetivo, buscan su bien particular y no el público.
Como funcionaria desde hace muchos años pienso que quizá haya que reflexionar para ver si se puede ahorrar en “lo público”, pero me parece difícil. En general, la Administración ofrece aquello que no le interesa al sector privado porque no da ganancias. Si no fuera por las bibliotecas públicas, por poner un ejemplo para mí cercano, prácticamente no llegarían los libros a ninguna de las poblaciones de nuestra provincia, quitando las tres o cuatro mayores. Cualquier librero diría que no resulta rentable poner una librería en Alustante, pueblo en el que funciona estupendamente una biblioteca.
En cuanto a lo de privatizar servicios públicos, las empresas privadas sólo están dispuestas a acoger los más fáciles, los que les pueden dar ganancias. Y hasta Perogrullo sabe que privatizar un servicio público lo encarece, se mire como se mire. La privatización añade un nuevo concepto de gasto: el beneficio empresarial, que se suele cifrar en un quince por ciento pero suele ser bastante más. Si una administración “externaliza” (qué horrorosa palabra) un servicio que costaba X, el servicio costará X más, en el mejor de los casos, el 15%. A no ser que la empresa ahorre costes pagando sueldos de porquería o reduzca el personal a niveles hiperinsuficientes. Si quieren ver los resultados de esas prácticas vean La cuadrilla, una película de Ken Loach que muestra cómo tras la reducción de un grupo de trabajadores de mantenimiento del ferrocarril, comienzan los accidentes mortales.
Los recortes en los servicios públicos que se están proponiendo en países como el Reino Unido son un gran paso de retorno a las cavernas. ¿Quieren ustedes tener que volver a inventar el fuego? Pues quédense mirando y no reaccionen.
Ahora, como en las familias cuando se pasan de gasto, hay que apretarse el cinturón. Y no sé a qué mentes privilegiadas se les ha ocurrido que, para ello, lo mejor es empezar a desprestigiar al funcionariado. Ese es el primer paso para desmantelar la “cosa pública”, para reducir drásticamente servicios cuya conquista ha costado sangre, sudor y lágrimas a muchas generaciones, para dejar servicios fundamentales en manos de empresarios que, como primer objetivo, buscan su bien particular y no el público.
Como funcionaria desde hace muchos años pienso que quizá haya que reflexionar para ver si se puede ahorrar en “lo público”, pero me parece difícil. En general, la Administración ofrece aquello que no le interesa al sector privado porque no da ganancias. Si no fuera por las bibliotecas públicas, por poner un ejemplo para mí cercano, prácticamente no llegarían los libros a ninguna de las poblaciones de nuestra provincia, quitando las tres o cuatro mayores. Cualquier librero diría que no resulta rentable poner una librería en Alustante, pueblo en el que funciona estupendamente una biblioteca.
En cuanto a lo de privatizar servicios públicos, las empresas privadas sólo están dispuestas a acoger los más fáciles, los que les pueden dar ganancias. Y hasta Perogrullo sabe que privatizar un servicio público lo encarece, se mire como se mire. La privatización añade un nuevo concepto de gasto: el beneficio empresarial, que se suele cifrar en un quince por ciento pero suele ser bastante más. Si una administración “externaliza” (qué horrorosa palabra) un servicio que costaba X, el servicio costará X más, en el mejor de los casos, el 15%. A no ser que la empresa ahorre costes pagando sueldos de porquería o reduzca el personal a niveles hiperinsuficientes. Si quieren ver los resultados de esas prácticas vean La cuadrilla, una película de Ken Loach que muestra cómo tras la reducción de un grupo de trabajadores de mantenimiento del ferrocarril, comienzan los accidentes mortales.
Los recortes en los servicios públicos que se están proponiendo en países como el Reino Unido son un gran paso de retorno a las cavernas. ¿Quieren ustedes tener que volver a inventar el fuego? Pues quédense mirando y no reaccionen.
5 comentarios:
Muy bien explicado. Sencillo y claro ¡Bravo!
Magnífico artículo, Eusebio. Y por ahí va la cosa, no te quepa la menor duda, pero si te vas al blog de Ernesto verás cosas peores. Madre mía, qué canallas son.
Amigo, voy muy justa de tiempo últimamente, y no sé si entre medias has publicado algo, porque ya te digo, hasta mi blog lo tengo un poco abandonado.
Besos.
Eusebio, no creo que sean las explicaciones, aunque sean tan acertadas y claras como las tuyas, las que nos faltan. Está todo ya dicho. ¡Hasta en la CNN! Lo que nadie me explica es por qué esto se hace con total descaro, por qué la gente vive de espaldas a estas certezas y por qué los que lo sabemos no reaccionamos, al menos en una dirección parecida. ¿Por qué nuestro modo de vida no se ve alterado lo más mínimo? Ni siquiera nuestro discurso estéril. Parece que nos han dado cuerda a todos. A mí el primero. Seguimos entregando nuestros ahorros a nuestro peores enemigos y seguimos queriendo ser cada vez mejores; seguimos persiguiendo un ideal, el que sea. De una forma o de otra, nuestro mundo más justo está en el mismo sitio que el mundo más justo de ello: en el FUTURO.
Un abrazo.
Un magnífico artículo que, oir supuesyo, comparto y suscribo totalmente. A ver si de una vez los ciudadanos tomamaos conciencia y empezamos a hacer algo, por mínimo que nos pueda parecer, para mostrar nuestro descontrento y no ponérselo tan fácil.
Un abrazo, Eusebio.
Gracias, amigo Hereje, se lo haré llegar a la autora.
Abrazos.
Gracias, amiga Clares, tienes toda la razón.
He tenido el blog un poco abandonado por culpa de Facebook, entre otras cosas, pero ya le lestoy poniendo remedio.
A vers si nos vemos, ya que en Sevilla solo pudimos hablar por teléfono, aunque vimos a Fernando.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, amigo Mobesse, tan acertado y lúcido como siempre, aunque ya sabes que el testo no es mio, es de mi amiga Blanca Calvo.
Un fuerte abrazo, compañero.
Muchas gracias, amigo Ernesto, le haré llegar tus elogios a la autora.
Un fuerte abrazo.
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