Javier Parra, director de La República.es
A las 8 de la mañana del 15 de julio de 1789, en el Palacio de Versalles, en el momento de su despertar, se informó a Luis XVI de la toma de la Bastilla.
“Pero ¿es una motín?” preguntó Luis XVI.
“No, no es un motín. Es una Revolución, majestad”
Voy a ser políticamente incorrecto porque aparte de hablar de la República, voy a hablar del concepto de Revolución, de si caben revoluciones aún en occidente, si eso ya es cosa del pasado o si por el contrario, está cada vez de más actualidad, y sobretodo, si cabe la “Revolución” en un proceso de cambio de régimen al que aspiramos para acabar con la monarquía en España e implantar la Tercera República.
El panorama político actual parece desolador. Durante años, la derecha e incluso la ultraderecha han ido conquistando espacios dentro de la sociedad y dentro del discurso político, y ha ido logrando poco a poco cierta hegemonía cultural en determinados aspectos.
La izquierda, los valores la combatividad de la izquierda, la cultura de la unidad ha ido cediendo poco a poco y durante muchos años ante una ofensiva neoliberal, conservadora, individualista, consumista y egoista que hoy domina la sociedad, y que tiene atenazadas a buena parte de las organizaciones de izquierdas.
La prueba es la presente crisis económica, que en España está teniendo una respuesta casi testimonial por parte de los trabajadores y las organizaciones de izquierda, exceptuando al PCE, IU y algunas otras.
La crisis ha demostrado además que de nuevo son los trabajadores los que soportan sobre sus hombros los desmanes de una oligarquía empresarial y financiera, que está saliendo de ésta crisis más reforzada si cabe. Ahí esta Emilio Botín diciendo que su banco, el Banco de Santander, es el “claro ganador de la crisis”. ¿Qué demuestra esto? Pues que en este país si robas una cartera puedes ir a la cárcel, pero que si le robas la cartera a media España te hacen hasta homenajes.
Además, en nuestro país la situación es más grave aún si cabe porque la corrupción se ha incrustado totalmente en las instituciones pero sobretodo porque buena parte de la sociedad lo percibe como algo normal, y no lo castiga.
No sólo en España, sino en todo el mundo, los valores más reaccionarios que parecían haber sido enterrados para siempre avanzan de manera preocupante en Europa tratando de cercenar o liquidar los espacios de libertad que hombres y mujeres como nosotros conquistaron con sacrificio y valor a lo largo de la historia.
Vivimos hoy una auténtica involución, que alcanza al ámbito de la cultura y la educación, y que nos adentra poco a poco en una oscuridad cada vez más profunda, a través de un sistema educativo cada vez más deficiente en medios, herramientas y contenidos, y a través del intento de transformar el mero ocio en valores culturales. Tenemos una cultura cada vez más mercantilizada que ha consolidado una oligarquía económica y política que se aleja día a día de la ciudadanía y de los objetivos que debieran ser prioritarios en una sociedad democrática, culta y libre.
En España el régimen económico y social tiene mucho que ver con la institución que lo representa.
Decía el filósofo Santiago Alba Rico que “Si el rey Juan Carlos disolviese la monarquía, se presentase a las elecciones y fuese refrendado como presidente, no por eso España sería republicana”. Monarquía quiere decir dependencia, subordinación, domesticación, invasión del espacio público por parte de los intereses privados; y eso es lo hoy es España, y no cambiaría si símplemente cambiaramos un rey por un Presidente.
Por eso, la lucha contra las instituciones monárquicas en España debe ir asociada a la lucha contra el actual régimen económico, que es incompatible con la libertad, la igualdad y la fraternidad, los tres pilares de un verdadero republicanismo.
En España empieza a tomar las riendas una generación a la que no le tocó hacer ni tragar con la mal-llamada transición, y el cuestionamiento de la Monarquía se hace cada vez más fuerte. La monarquía española, no sólo no es democrática ni carece de la legitimidad que otorgan las urnas, sino que además es heredera directa del franquismo. No todos los españoles son conscientes de que Juan Carlos I no ha jurado la Constitución de 1978 pero sí ha jurado los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional.
Y es que el franquismo no finalizó en 1975, y tampoco con la aprobación de la Constitución de 1978. Lamentablemente el franquismo quedó atado y bien atado durante muchos años más allá de la muerte del sanguinario dictador. Si no fuera así, un Estado que realmente hubiera roto con su negro pasado se habría puesto al servicio de las víctimas de la feroz dictadura, y habría juzgado a quienes fueron cómplices durante años de los desmanes, abusos y crímenes de un régimen que ha salido impune en la historia de España gracias al vergonzoso modelo de impunidad que adoptó este país hace más de 30 años.
El franquismo tuvo su continuidad en lo que se vino a denominar “juancarlismo”, que no fue sino la sumisión mediática y política a la figura del rey Juan Carlos Borbón, designado por Francisco Franco como su sucesor en la Jefatura del Estado.
Que aún haya quien defienda la figura de Juan Carlos Borbón como alguien que hizo algo a favor de las libertades y la democracia en este país, puede incluso entenderse por la total y absoluta sumisión mediática a favor de éste, y por supuesto por “hechos” como el del 23-F, cuya único beneficiado fue un monarca bastante discutido hasta la fecha y cuyo reinado no habría durado muchos años si alguna puesta en escena así no lo impedía.
Lo que no tiene ningún tipo de justificación es que haya quien defienda la figura de su heredero, Felipe Borbón, como sucesor del sucesor del dictador. Quien así lo haga sólo demuestra una notable falta de valores democráticos al justificar que 47 millones de personas no tengan derecho a elegir su Jefe de Estado, la misma que demuestra el presunto heredero al prestarse a ese juego en lugar de buscarse un trabajo como cualquier español.
El Borbón Junior no es más que un individuo que pretende seguir usurpando la democracia en el más alto estamento del Estado, que no ha sido electo en España desde hace más de 70 años.
Ante este panorama aparentemente desolador, ¿que hacer?
En los dos años anteriores han participado en conferencias similares a ésta en estas fechas, Julio Anguita y Antonio Romero, que han dotado de contenido a la propuesta republicana y han argumentado a favor de un posible proceso constituyente.
Como os decía, seré algo más políticamente incorrecto e introduciré un concepto que, si lo que queremos es cambiar el país de arriba a abajo, nos iremos viendo obligados a introducir.
¿Es posible hoy día una Revolución en países europeos? En mi opinión sí.
Dos ejemplos:
Francia. Año 2011. Una encuesta asegura que el 58% de los franceses desean una revuelta popular. Quien haya tenido la oportunidad de visitar Francia en los últimos años con asiduidad – yo suelo ir un par de veces al año – , habrá notado que existe ambiente cada vez más enrarecido y crispado, y una desigualdad creciente que hace – por ejemplo – que un 30% de los franceses ni siquiera han tenido para calentarse este invierno.
Los datos de la encuesta reflejan, sin embargo, que sólo el 49% consideran que el conjunto de los franceses son capaces de llevar a cabo esa revuelta. El 57% de los simpatizantes de izquierda y un 39% de los de derecha.
¿Las razones? La situación laboral, el coste de la sanidad, las diferencias sociales, el poder adquisitivo y las perspectivas de futuro para las nuevas generaciones.
Islandia 2009-2011. La revolución silenciosa como la llaman, por no haber ocupado apenas espacios en los medio de comunicación. Islandia ha sido víctima, como otros países, del saqueo de los grupos financieros que han llevado el país a la quiebra. Fue entonces cuando los ciudadanos dieron un paso al frente y comenzaron una revolución que están construyendo la sociedad que desean, sin la tutela de las entidades financieras, e incluso llevando a los banqueros a la cárcel.
Los islandeses hicieron dimitir a un gobierno al completo, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que estos han creado y se creó una asamblea popular para reescribir su constitución. Todo de forma pacífica: a golpe de cacerola, gritos y certero lanzamiento de huevos. Esta ha sido una revolución contra el poder político-financiero neoliberal.
Por tanto sí, es posible.
Ahora además, las revueltas del norte de África nos están recordándo que cuando los pueblos se mueven los gobiernos tiemblan. Quizá nuestros gobiernos, que apoyan las revueltas contra los dictadores de África – los que ya no les sirven claro – no se estén dando cuenta que se podrían estar creando las condiciones para situaciones similares en Europa.
¿Quienes son los verdaderos dictadores de occidente? El poder financiero. Los gobernantes han llegado a ser meros capataces que hacen cumplir las órdenes del mercado. Y nosotros obedecemos.
Como recordaba antes, el Presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, ha dicho estos días que su banco ha sido el gran ganador de la crisis. Pocas frases más reveladores han podido escucharse o leerse en los medios de comunicación en los últimos meses.
Si condenamos a los dictadores y mercenarios de África que se enriquecen a costa del pueblo, ¿qué hacemos con los nuestros?
Y es que si algún día sucediera, si algún día nos levantamos, es posible que también bombardee la OTAN, pero lo haría sobre nuestras cabezas.
Por tanto, a la vista de las circunstancias, propongo introducción el concepto de Revolución democrática para un cambio de régimen, para mandar la monarquía a los museos, para ponerle coto al poder financiero y para construir un nuevo país. No es imposible. No sólo lo han hecho en Venezuela, Bolivia o Ecuador por métodos pacíficos y democráticos. Se está haciendo en Islandia, y se está fraguando a nuestro alrededor. La gente está harta, eso es innegable, pero tenemos que mirarnos al espejo y darnos cuenta que aún no hemos sabido proponer una salida, ni ha saltado la chispa que lo encenderá todo.
Y no hemos sabido porque, perdidos en el cortoplacismo, no hemos sabido ver la vida política en su conjunto como una cadena formada por un infinito número de eslabones. Todo el arte de la política se reduce a encontrar y agarrar tan fuerte como se pueda el eslabón que menos pueda ser arrancado de nuestras manos, el que en un momento dado es el más importante, el que por encima de todo garantiza a su poseedor la posesión de toda la cadena.
Nosotros, que queremos llevar a cabo un cambio político, debemos intervenir sobre la base del mejor análisis posible de la realidad, y por medio de esa intervención, cuando agarremos el eslabón clave de la cadena, ver si nuestro análisis está siendo el correcto o no.
Deberemos analizar cuales son los factores decisivos de la situación y actuar sobre ellos entre un proceso de búsqueda constante hacia delante y hacia atrás. Si todo va bien – cosa complicada -, se produce un proceso de iluminación mutua, en el que iremos refinando la teoría y contribuyendo a una mejor práctica “revolucionaria”.
Sea como sea sería un error pensar que cualquier teoría, por elaborada que sea, determine el curso de ninguna acción política. Las circunstancias cambian continuamente, y la historia da giros muy difíciles de predecir.
En mi opinión hay tres cuestiones claves a tener en cuenta en cuenta.
* La importancia del análisis estratégico del régimen, en este caso, del régimen neoliberal-borbónico. Debemos situar estratéticamente a los actores políticos y hacer un análisis profundo más allá de la crítica.
* La centralidad de la política. Todas las contradicciones de la sociedad se concentran en las estructuras del Estado y en las luchas en torno a las mismas.Sucede que empieza a surgir un escenario político tremendamente complejo en el que las instituciones financieras por un lado, las instituciones del Estado, la monarquía, etc… se vuelven el objetivo de la protesta.Y es que la conciencia antimonárquica, al igual que la conciencia anticapitalista, se consigue símplemente echando un vistazo al mundo y a nuestro entorno con un poco de inteligencia y de decencia moral. Pero cuidado, al igual que parte de la izquierda ha pasado de luchar por el socialismo a luchar contra el capitalismo, lo cual es un retroceso, pasar del republicanismo creativo al mero antimonarquismo lo sería también.A lo que me refiero es a que cualquiera se puede rebelar. Lo difícil es sacar adelante una revolución victoriosa.
* La necesidad de organización políticaA principios del siglo XX, la necesidad de concentrar las energías del proletariado para hacer frente a la concentración equivalente del poder capitalista fue una de las principales motivaciones para la concepción leninista de partido revolucionario.¿Hoy día, es necesaria la organización para emprender una serie de transformaciones como las que comento? Indudablemente sí.La dispersión de campañas puede servir para confundir al sistema y mantenerlo a la defensiva, pero al margen de la confusión que entraña esta estrategia, lo que está fuera de toda duda es que cualquier movimiento transformador efectivo requiere medios para encajar las demandas específicas en un cuadro más comprensible de lo que está mal y cómo remediarlo.
En mi opinión, y aunque como digo pueda resultar políticamente incorrecto, es imposible una República en España en la que todo lo que no funciona sea cambiado, sin una Revolución, sin una Revolución democrática pero implacable. Hay muchas fuerzas que se oponen al régimen, incluso muchas apáticas con él. Cualquier chispa puede hacer saltar la revuelta, lo dificil es convertirla en Revolución.
Es posible que los más activos dentro del movimiento sean los que menos probabilidades tengan de entrar en esa tierra prometida que ellos mismos han ayudado a crear. Dice Bertolt Brecht en su poema “A aquellos que nacieron después”: “Nosotros que tratamos de crear la condiciones para la amistad / no podíamos ser amigables”. No olvidemos que un chalado puede ser un pequeño instrumento que hace revoluciones.
Tengamos en cuenta también lo que está sucediendo en el norte de África y en otros lugares. Contemos conque cualquier Revolución nacional, de alguna manera empezará a distorsionar el sistema internacional y a conformar impredecibles coyunturas internacionales, pudiendo hacer estallar la revolución en un nuevo espacio.
La historia se mueve con tanta rapidez bajo nuestros pies que la teoría camina con dificultad para mantenerse a la par de la práctica. Es necesario ir teorizando sobre la marcha, ya que la teorías se ven rebasadas casi siempre por los acontecimientos.
Quizá, al igual que avisaron a Luis XVI de la toma de la Bastilla, un día el presidente del principal banco de nuestro país llame por teléfono a su amigo, el Borbón de turno, para avisarle de que los trabajadores han tomado el Banco de Santander.
Quizá la conversación sería algo así:
-¿Es un motín, Emilio?
-No, no es un motín. Es una Revolución, majestad.
“Pero ¿es una motín?” preguntó Luis XVI.
“No, no es un motín. Es una Revolución, majestad”
Voy a ser políticamente incorrecto porque aparte de hablar de la República, voy a hablar del concepto de Revolución, de si caben revoluciones aún en occidente, si eso ya es cosa del pasado o si por el contrario, está cada vez de más actualidad, y sobretodo, si cabe la “Revolución” en un proceso de cambio de régimen al que aspiramos para acabar con la monarquía en España e implantar la Tercera República.
El panorama político actual parece desolador. Durante años, la derecha e incluso la ultraderecha han ido conquistando espacios dentro de la sociedad y dentro del discurso político, y ha ido logrando poco a poco cierta hegemonía cultural en determinados aspectos.
La izquierda, los valores la combatividad de la izquierda, la cultura de la unidad ha ido cediendo poco a poco y durante muchos años ante una ofensiva neoliberal, conservadora, individualista, consumista y egoista que hoy domina la sociedad, y que tiene atenazadas a buena parte de las organizaciones de izquierdas.
La prueba es la presente crisis económica, que en España está teniendo una respuesta casi testimonial por parte de los trabajadores y las organizaciones de izquierda, exceptuando al PCE, IU y algunas otras.
La crisis ha demostrado además que de nuevo son los trabajadores los que soportan sobre sus hombros los desmanes de una oligarquía empresarial y financiera, que está saliendo de ésta crisis más reforzada si cabe. Ahí esta Emilio Botín diciendo que su banco, el Banco de Santander, es el “claro ganador de la crisis”. ¿Qué demuestra esto? Pues que en este país si robas una cartera puedes ir a la cárcel, pero que si le robas la cartera a media España te hacen hasta homenajes.
Además, en nuestro país la situación es más grave aún si cabe porque la corrupción se ha incrustado totalmente en las instituciones pero sobretodo porque buena parte de la sociedad lo percibe como algo normal, y no lo castiga.
No sólo en España, sino en todo el mundo, los valores más reaccionarios que parecían haber sido enterrados para siempre avanzan de manera preocupante en Europa tratando de cercenar o liquidar los espacios de libertad que hombres y mujeres como nosotros conquistaron con sacrificio y valor a lo largo de la historia.
Vivimos hoy una auténtica involución, que alcanza al ámbito de la cultura y la educación, y que nos adentra poco a poco en una oscuridad cada vez más profunda, a través de un sistema educativo cada vez más deficiente en medios, herramientas y contenidos, y a través del intento de transformar el mero ocio en valores culturales. Tenemos una cultura cada vez más mercantilizada que ha consolidado una oligarquía económica y política que se aleja día a día de la ciudadanía y de los objetivos que debieran ser prioritarios en una sociedad democrática, culta y libre.
En España el régimen económico y social tiene mucho que ver con la institución que lo representa.
Decía el filósofo Santiago Alba Rico que “Si el rey Juan Carlos disolviese la monarquía, se presentase a las elecciones y fuese refrendado como presidente, no por eso España sería republicana”. Monarquía quiere decir dependencia, subordinación, domesticación, invasión del espacio público por parte de los intereses privados; y eso es lo hoy es España, y no cambiaría si símplemente cambiaramos un rey por un Presidente.
Por eso, la lucha contra las instituciones monárquicas en España debe ir asociada a la lucha contra el actual régimen económico, que es incompatible con la libertad, la igualdad y la fraternidad, los tres pilares de un verdadero republicanismo.
En España empieza a tomar las riendas una generación a la que no le tocó hacer ni tragar con la mal-llamada transición, y el cuestionamiento de la Monarquía se hace cada vez más fuerte. La monarquía española, no sólo no es democrática ni carece de la legitimidad que otorgan las urnas, sino que además es heredera directa del franquismo. No todos los españoles son conscientes de que Juan Carlos I no ha jurado la Constitución de 1978 pero sí ha jurado los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional.
Y es que el franquismo no finalizó en 1975, y tampoco con la aprobación de la Constitución de 1978. Lamentablemente el franquismo quedó atado y bien atado durante muchos años más allá de la muerte del sanguinario dictador. Si no fuera así, un Estado que realmente hubiera roto con su negro pasado se habría puesto al servicio de las víctimas de la feroz dictadura, y habría juzgado a quienes fueron cómplices durante años de los desmanes, abusos y crímenes de un régimen que ha salido impune en la historia de España gracias al vergonzoso modelo de impunidad que adoptó este país hace más de 30 años.
El franquismo tuvo su continuidad en lo que se vino a denominar “juancarlismo”, que no fue sino la sumisión mediática y política a la figura del rey Juan Carlos Borbón, designado por Francisco Franco como su sucesor en la Jefatura del Estado.
Que aún haya quien defienda la figura de Juan Carlos Borbón como alguien que hizo algo a favor de las libertades y la democracia en este país, puede incluso entenderse por la total y absoluta sumisión mediática a favor de éste, y por supuesto por “hechos” como el del 23-F, cuya único beneficiado fue un monarca bastante discutido hasta la fecha y cuyo reinado no habría durado muchos años si alguna puesta en escena así no lo impedía.
Lo que no tiene ningún tipo de justificación es que haya quien defienda la figura de su heredero, Felipe Borbón, como sucesor del sucesor del dictador. Quien así lo haga sólo demuestra una notable falta de valores democráticos al justificar que 47 millones de personas no tengan derecho a elegir su Jefe de Estado, la misma que demuestra el presunto heredero al prestarse a ese juego en lugar de buscarse un trabajo como cualquier español.
El Borbón Junior no es más que un individuo que pretende seguir usurpando la democracia en el más alto estamento del Estado, que no ha sido electo en España desde hace más de 70 años.
Ante este panorama aparentemente desolador, ¿que hacer?
En los dos años anteriores han participado en conferencias similares a ésta en estas fechas, Julio Anguita y Antonio Romero, que han dotado de contenido a la propuesta republicana y han argumentado a favor de un posible proceso constituyente.
Como os decía, seré algo más políticamente incorrecto e introduciré un concepto que, si lo que queremos es cambiar el país de arriba a abajo, nos iremos viendo obligados a introducir.
¿Es posible hoy día una Revolución en países europeos? En mi opinión sí.
Dos ejemplos:
Francia. Año 2011. Una encuesta asegura que el 58% de los franceses desean una revuelta popular. Quien haya tenido la oportunidad de visitar Francia en los últimos años con asiduidad – yo suelo ir un par de veces al año – , habrá notado que existe ambiente cada vez más enrarecido y crispado, y una desigualdad creciente que hace – por ejemplo – que un 30% de los franceses ni siquiera han tenido para calentarse este invierno.
Los datos de la encuesta reflejan, sin embargo, que sólo el 49% consideran que el conjunto de los franceses son capaces de llevar a cabo esa revuelta. El 57% de los simpatizantes de izquierda y un 39% de los de derecha.
¿Las razones? La situación laboral, el coste de la sanidad, las diferencias sociales, el poder adquisitivo y las perspectivas de futuro para las nuevas generaciones.
Islandia 2009-2011. La revolución silenciosa como la llaman, por no haber ocupado apenas espacios en los medio de comunicación. Islandia ha sido víctima, como otros países, del saqueo de los grupos financieros que han llevado el país a la quiebra. Fue entonces cuando los ciudadanos dieron un paso al frente y comenzaron una revolución que están construyendo la sociedad que desean, sin la tutela de las entidades financieras, e incluso llevando a los banqueros a la cárcel.
Los islandeses hicieron dimitir a un gobierno al completo, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que estos han creado y se creó una asamblea popular para reescribir su constitución. Todo de forma pacífica: a golpe de cacerola, gritos y certero lanzamiento de huevos. Esta ha sido una revolución contra el poder político-financiero neoliberal.
Por tanto sí, es posible.
Ahora además, las revueltas del norte de África nos están recordándo que cuando los pueblos se mueven los gobiernos tiemblan. Quizá nuestros gobiernos, que apoyan las revueltas contra los dictadores de África – los que ya no les sirven claro – no se estén dando cuenta que se podrían estar creando las condiciones para situaciones similares en Europa.
¿Quienes son los verdaderos dictadores de occidente? El poder financiero. Los gobernantes han llegado a ser meros capataces que hacen cumplir las órdenes del mercado. Y nosotros obedecemos.
Como recordaba antes, el Presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, ha dicho estos días que su banco ha sido el gran ganador de la crisis. Pocas frases más reveladores han podido escucharse o leerse en los medios de comunicación en los últimos meses.
Si condenamos a los dictadores y mercenarios de África que se enriquecen a costa del pueblo, ¿qué hacemos con los nuestros?
Y es que si algún día sucediera, si algún día nos levantamos, es posible que también bombardee la OTAN, pero lo haría sobre nuestras cabezas.
Por tanto, a la vista de las circunstancias, propongo introducción el concepto de Revolución democrática para un cambio de régimen, para mandar la monarquía a los museos, para ponerle coto al poder financiero y para construir un nuevo país. No es imposible. No sólo lo han hecho en Venezuela, Bolivia o Ecuador por métodos pacíficos y democráticos. Se está haciendo en Islandia, y se está fraguando a nuestro alrededor. La gente está harta, eso es innegable, pero tenemos que mirarnos al espejo y darnos cuenta que aún no hemos sabido proponer una salida, ni ha saltado la chispa que lo encenderá todo.
Y no hemos sabido porque, perdidos en el cortoplacismo, no hemos sabido ver la vida política en su conjunto como una cadena formada por un infinito número de eslabones. Todo el arte de la política se reduce a encontrar y agarrar tan fuerte como se pueda el eslabón que menos pueda ser arrancado de nuestras manos, el que en un momento dado es el más importante, el que por encima de todo garantiza a su poseedor la posesión de toda la cadena.
Nosotros, que queremos llevar a cabo un cambio político, debemos intervenir sobre la base del mejor análisis posible de la realidad, y por medio de esa intervención, cuando agarremos el eslabón clave de la cadena, ver si nuestro análisis está siendo el correcto o no.
Deberemos analizar cuales son los factores decisivos de la situación y actuar sobre ellos entre un proceso de búsqueda constante hacia delante y hacia atrás. Si todo va bien – cosa complicada -, se produce un proceso de iluminación mutua, en el que iremos refinando la teoría y contribuyendo a una mejor práctica “revolucionaria”.
Sea como sea sería un error pensar que cualquier teoría, por elaborada que sea, determine el curso de ninguna acción política. Las circunstancias cambian continuamente, y la historia da giros muy difíciles de predecir.
En mi opinión hay tres cuestiones claves a tener en cuenta en cuenta.
* La importancia del análisis estratégico del régimen, en este caso, del régimen neoliberal-borbónico. Debemos situar estratéticamente a los actores políticos y hacer un análisis profundo más allá de la crítica.
* La centralidad de la política. Todas las contradicciones de la sociedad se concentran en las estructuras del Estado y en las luchas en torno a las mismas.Sucede que empieza a surgir un escenario político tremendamente complejo en el que las instituciones financieras por un lado, las instituciones del Estado, la monarquía, etc… se vuelven el objetivo de la protesta.Y es que la conciencia antimonárquica, al igual que la conciencia anticapitalista, se consigue símplemente echando un vistazo al mundo y a nuestro entorno con un poco de inteligencia y de decencia moral. Pero cuidado, al igual que parte de la izquierda ha pasado de luchar por el socialismo a luchar contra el capitalismo, lo cual es un retroceso, pasar del republicanismo creativo al mero antimonarquismo lo sería también.A lo que me refiero es a que cualquiera se puede rebelar. Lo difícil es sacar adelante una revolución victoriosa.
* La necesidad de organización políticaA principios del siglo XX, la necesidad de concentrar las energías del proletariado para hacer frente a la concentración equivalente del poder capitalista fue una de las principales motivaciones para la concepción leninista de partido revolucionario.¿Hoy día, es necesaria la organización para emprender una serie de transformaciones como las que comento? Indudablemente sí.La dispersión de campañas puede servir para confundir al sistema y mantenerlo a la defensiva, pero al margen de la confusión que entraña esta estrategia, lo que está fuera de toda duda es que cualquier movimiento transformador efectivo requiere medios para encajar las demandas específicas en un cuadro más comprensible de lo que está mal y cómo remediarlo.
En mi opinión, y aunque como digo pueda resultar políticamente incorrecto, es imposible una República en España en la que todo lo que no funciona sea cambiado, sin una Revolución, sin una Revolución democrática pero implacable. Hay muchas fuerzas que se oponen al régimen, incluso muchas apáticas con él. Cualquier chispa puede hacer saltar la revuelta, lo dificil es convertirla en Revolución.
Es posible que los más activos dentro del movimiento sean los que menos probabilidades tengan de entrar en esa tierra prometida que ellos mismos han ayudado a crear. Dice Bertolt Brecht en su poema “A aquellos que nacieron después”: “Nosotros que tratamos de crear la condiciones para la amistad / no podíamos ser amigables”. No olvidemos que un chalado puede ser un pequeño instrumento que hace revoluciones.
Tengamos en cuenta también lo que está sucediendo en el norte de África y en otros lugares. Contemos conque cualquier Revolución nacional, de alguna manera empezará a distorsionar el sistema internacional y a conformar impredecibles coyunturas internacionales, pudiendo hacer estallar la revolución en un nuevo espacio.
La historia se mueve con tanta rapidez bajo nuestros pies que la teoría camina con dificultad para mantenerse a la par de la práctica. Es necesario ir teorizando sobre la marcha, ya que la teorías se ven rebasadas casi siempre por los acontecimientos.
Quizá, al igual que avisaron a Luis XVI de la toma de la Bastilla, un día el presidente del principal banco de nuestro país llame por teléfono a su amigo, el Borbón de turno, para avisarle de que los trabajadores han tomado el Banco de Santander.
Quizá la conversación sería algo así:
-¿Es un motín, Emilio?
-No, no es un motín. Es una Revolución, majestad.
1 comentario:
Una República si no es socialista, no motiva que por ella luchemos.
laimprentadefar.blogspot.com migró a cosmogundemaro.blogspot.com
¡Salud!
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