Isaac Rosa
Con todos los días que tiene el año, el rey elige el de los Inocentes para publicar sus cuentas. No sé si es otra muestra de su campechanía o hay mensaje oculto, pero dará para mucha broma.
Tras treinta y tantos años de opacidad, ha tenido que corrompérseles un familiar para que de repente la monarquía se lance a una cruzada por la transparencia. Tras la transparencia de corazón –que llevó al rey a compartir su pesar por la poca ejemplaridad del yerno-, ahora viene la transparencia de bolsillo, y no sabemos si lo próximo será una jornada de puertas abiertas en palacio, o la participación en un docu-reality tipo “24 horas en la vida de un rey”.
Eso sí, transparencia, pero sin pasarse: más bien un esmerilado, pues la Casa Real no entrará en detalles al desglosar su presupuesto, sino por partidas generales, de modo que olvídense los morbosos de conocer minucias domésticas. Pero sobre todo será un destape muy parcial, de enseñar el tobillo y poco más, ya que, como contó este periódico el lunes, el grueso del gasto lo soportan otras partidas presupuestarias: palacios, viajes, seguridad o aquella lujosa cinta de correr que se cargó a la cuenta de Patrimonio Nacional.
Con el destape parcial y esmerilado de hoy los monárquicos volverán a la carga con la tabarra habitual: hay que ver lo barato que nos sale el rey comparado con los carísimos presidentes de República de otros países. 19 céntimos por cabeza, dijo un columnista cortesano días atrás, tomando los casi 9 millones de asignación directa, en vez de los 60 millones que suman todas las partidas.
Contando todo, los 19 céntimos se pondrían en un euro y pico por barba, o más si se incluye en la factura lo que presuntamente levantó Urdangarín a varias administraciones. Con todo, sigue pareciendo barato, como barato parece cualquier gasto millonario si se recurre al tramposo truco de dividirlo entre todos los españoles. Pero a quienes pretenden convencernos con tretas contables, hay que recordarles una vez más que aunque el rey fuese barato (que no lo es), muchos seguiríamos prefiriendo una república.
Tras treinta y tantos años de opacidad, ha tenido que corrompérseles un familiar para que de repente la monarquía se lance a una cruzada por la transparencia. Tras la transparencia de corazón –que llevó al rey a compartir su pesar por la poca ejemplaridad del yerno-, ahora viene la transparencia de bolsillo, y no sabemos si lo próximo será una jornada de puertas abiertas en palacio, o la participación en un docu-reality tipo “24 horas en la vida de un rey”.
Eso sí, transparencia, pero sin pasarse: más bien un esmerilado, pues la Casa Real no entrará en detalles al desglosar su presupuesto, sino por partidas generales, de modo que olvídense los morbosos de conocer minucias domésticas. Pero sobre todo será un destape muy parcial, de enseñar el tobillo y poco más, ya que, como contó este periódico el lunes, el grueso del gasto lo soportan otras partidas presupuestarias: palacios, viajes, seguridad o aquella lujosa cinta de correr que se cargó a la cuenta de Patrimonio Nacional.
Con el destape parcial y esmerilado de hoy los monárquicos volverán a la carga con la tabarra habitual: hay que ver lo barato que nos sale el rey comparado con los carísimos presidentes de República de otros países. 19 céntimos por cabeza, dijo un columnista cortesano días atrás, tomando los casi 9 millones de asignación directa, en vez de los 60 millones que suman todas las partidas.
Contando todo, los 19 céntimos se pondrían en un euro y pico por barba, o más si se incluye en la factura lo que presuntamente levantó Urdangarín a varias administraciones. Con todo, sigue pareciendo barato, como barato parece cualquier gasto millonario si se recurre al tramposo truco de dividirlo entre todos los españoles. Pero a quienes pretenden convencernos con tretas contables, hay que recordarles una vez más que aunque el rey fuese barato (que no lo es), muchos seguiríamos prefiriendo una república.
2 comentarios:
Los sesenta millones "además de..." y su hijo también cobra, aunque no sepamos por qué...
Así tenemos el frasco... sequito con tantísimo chupón. A ver para cuándo una república...
Besos, Eusebioooooooo. Y feliz desas cosas que se dicen, jejeje
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