La falta de formación política , de conocimientos históricos, de analfabetismo ideológico ha sido la mejor jugada de nuestra transición vigilada. El desprestigio de la izquierda histórica, la que luchó, la que se sacrificó, la que se dejó la piel, la vida, la libertad por defender un mundo sin caciques, sin pobreza extrema, con acceso a la salud y a la educación, ha sido una perfecta jugada. El que no sabe de dónde viene difícilmente sabrá a dónde va."Somos herederos, no meros descendientes",escribía Ortega y Gasset. Yo cuido el único legado que me dejaron los míos: sus ideas y su espíritu de lucha y empatía con los desfavorecidos.
Soy de izquierdas...¿Y? Sin complejos. Al que no le guste ya sabe, pero que no me excluyan.¡Faltaría más! Yo creo en la herencia humanista, ecologista y social , en esa línea que se puede seguir desde muy lejos, en ese camino de baldosas amarillas que me lleva a los primeros que dijeron NO, allá por los tiempos del imperio romano, y al renacimiento, y a la revolución francesa y a la comuna de París, y a la Semana Trágica de Barcelona y a la Asturias minera, y a la Andalucía de señoritos y latifundios, y a la Rusia zarista en la que valía más un buen caballo que la vida de un hombre, y a los jóvenes de las Brigadas Internacionales, y a los partisanos y a la resistencia francesa, y a las cárceles franquistas llenas de hombres y mujeres que dijeron NO. Me siento ligada a todos los que, a riesgo de sus vidas, se negaron a aceptar el sistema y buscaron otras vías. Me siento heredera de aquellos que se equivocaron, que se vieron desbordados, diezmados, avasallados y engullidos por maquinarias de estado que ni siquiera podían comprender.
Ahora hay que pedir perdón por haber leído a Marx, o a Bakunin, o a Gorki, o a Bretch, o a Neruda...Siempre te sale el listo que todo lo sabe hablándote de los horrores de Stalin, como si una no estuviera radicalmente en contra de ellos y de cualquier totalitarismo salvaje y dogmático. Como si el mundo feliz que nos han vendido durante décadas fuera el único modelo, cuando millones de seres humanos malviven cada día sin esperanza. Así que a mí que me dejen ser lo que me dé la gana, y que no me digan que es mejor decir clase trabajadora o asalariados, o evitar los símbolos trasnochados de la revolución obrera para que quepamos todos. Yo ya sé dónde quepo y dónde quiero estar, y no me avergüenza. Los que han prostituido las ideas que yo profeso y me hacen sentirme honesta conmigo misma, los que se nutrieron en sopa de convento y luego se pusieron la chaqueta de pana y se dejaron la melena al viento mientras planeaban como hacer pequeños cambios para que nada cambiara, los que se apuntaron a las filas de la insurrección para sacar tajada y llegados de la nada ideológica alcanzaron las más altas simas de la miseria "democrática", esos que se avergüencen, yo no.
Soy de izquierdas...¿Y? Sin complejos. Al que no le guste ya sabe, pero que no me excluyan.¡Faltaría más! Yo creo en la herencia humanista, ecologista y social , en esa línea que se puede seguir desde muy lejos, en ese camino de baldosas amarillas que me lleva a los primeros que dijeron NO, allá por los tiempos del imperio romano, y al renacimiento, y a la revolución francesa y a la comuna de París, y a la Semana Trágica de Barcelona y a la Asturias minera, y a la Andalucía de señoritos y latifundios, y a la Rusia zarista en la que valía más un buen caballo que la vida de un hombre, y a los jóvenes de las Brigadas Internacionales, y a los partisanos y a la resistencia francesa, y a las cárceles franquistas llenas de hombres y mujeres que dijeron NO. Me siento ligada a todos los que, a riesgo de sus vidas, se negaron a aceptar el sistema y buscaron otras vías. Me siento heredera de aquellos que se equivocaron, que se vieron desbordados, diezmados, avasallados y engullidos por maquinarias de estado que ni siquiera podían comprender.
Ahora hay que pedir perdón por haber leído a Marx, o a Bakunin, o a Gorki, o a Bretch, o a Neruda...Siempre te sale el listo que todo lo sabe hablándote de los horrores de Stalin, como si una no estuviera radicalmente en contra de ellos y de cualquier totalitarismo salvaje y dogmático. Como si el mundo feliz que nos han vendido durante décadas fuera el único modelo, cuando millones de seres humanos malviven cada día sin esperanza. Así que a mí que me dejen ser lo que me dé la gana, y que no me digan que es mejor decir clase trabajadora o asalariados, o evitar los símbolos trasnochados de la revolución obrera para que quepamos todos. Yo ya sé dónde quepo y dónde quiero estar, y no me avergüenza. Los que han prostituido las ideas que yo profeso y me hacen sentirme honesta conmigo misma, los que se nutrieron en sopa de convento y luego se pusieron la chaqueta de pana y se dejaron la melena al viento mientras planeaban como hacer pequeños cambios para que nada cambiara, los que se apuntaron a las filas de la insurrección para sacar tajada y llegados de la nada ideológica alcanzaron las más altas simas de la miseria "democrática", esos que se avergüencen, yo no.