La megafonía anuncia machaconamente los horarios; los nombres de los autores presentes en las casetas; las diversas actividades de animación en la Feria. Muchísima gente por el paseo central y en la mayoría de las casetas.
La locutora comienza a intercalar, cada vez con más frecuencia, este mensaje: “Atención, se ha perdido un niño de 5 años. Viste pantalón naranja y camiseta gris. Si lo encuentran, llévenlo a la caseta de información de la Feria”.
Nadie parece hacer mucho caso a la megafonía, diga lo que diga. Hay mucha gente paseando, intentando acercarse a sus autores preferidos para que le firme su último libro o, simplemente, para verlo. Ese es el caso del poeta de moda entre el público adolescente. O ese joven youtuber que tiene una enorme fila de gente en su caseta, esperando verle o hacerse una foto con él.
De pronto, un mensaje de la megafonía, parece sacar a todo el mundo de su ensimismamiento: “Atención, el niño ha aparecido”. En ese momento, todos los asistentes comenzamos a aplaudir, a mirarnos unos a otros con cara de alivio, a respirar tranquilos, después de muchos minutos de respiración contenida y miradas alrededor buscando a ese niño; imaginamos la lógica alegría de los padres.
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