domingo, 10 de mayo de 2020

Trastornos de la pandemia


Estoy perdiendo mucho como “castellano viejo” (como diría bromeando mi hijo David); supuestamente, insensible e inmune a cualquier tipo de emociones o sensiblerías innecesarias, por lo menos a exteriorizarlas.

Esta pandemia, este virus dichoso, invisible y fugaz, está provocando en mí una incontrolable montaña rusa de emociones.

El deseo de que esta pesadilla nos cambie a todos o, por lo menos, seamos capaces de pensar y replantearnos nuestras actuaciones, con respecto al medio ambiente y a los más desfavorecidos, se tambalea cuando me doy cuenta de que hay sectores de la sociedad que nunca estarán por esa labor; para ellos, prima el interés económico a la vida de las personas. Eso me decepciona enormemente y me hace pensar que nunca deberíamos bajar la guardia.

Las lágrimas ahogan mi garganta al ver al personal sanitario darlo todo –hasta su vida– por nosotros. La hora de los aplausos es una forma simbólica de agradecerles el gran trabajo que realizan y cómo se sacrifican por los demás.

Pero siento que este agradecimiento público es poca cosa. Esos aplausos se deberían prolongar mucho más allá del fin de la pandemia, quizás en forma de reconocimiento y reivindicación de unas mejores condiciones laborales para estos profesionales. Y tener presente que debemos apoyar una Sanidad Pública y de calidad, sin recortes ni privatizaciones. Nos va la vida en ello.

El aplauso de las ocho lo vivo también como una forma de darnos fuerza y ánimos entre los vecinos. Nos cruzamos algunas sonrisas cómplices y un saludo de despedida hasta el día siguiente.

Cualquier iniciativa solidaria me emociona. Definitivamente, este ataque viral me está cambiando. Vete a saber si será para siempre o se queda en un trastorno pasajero.

Si no acaba pronto todo esto, mi reputación de “castellano viejo” acabará por los suelos sin remedio. Y lo que es más probable, si sigo así, voy a necesitar “ayuda profesional” para volver a ser como era.

O quizás no, y sigo con esta sensibilidad y emoción a flor de piel.



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