jueves, 10 de febrero de 2011

Confirmado: los primeros despidos de bibliotecarios en la Comunidad de Madrid son en Fuente El Saz

A pesar de recomendación en contra del Ministerio de Trabajo, la Comunidad de Madrid ha aprobado este pasado martes el ERE en Fuente el Saz.

En concreto en la biblioteca el ERE va a suponer que a un compañero se le suspende de trabajo y sueldo durante un año y que a otra auxiliar de biblioteca se le reduce la jornada y salario a la mitad igualmente durante un año.

En la biblioteca viven con una lógica amargura esta situación. Primero por la difícil perspectiva personal de estos trabajadores a corto plazo y además por qué no se acaban de creer que la suspensión sea solamente por un año.

No entienden como se reduce a la mitad la plantilla de una biblioteca que ha logrado una fuerte implantación en el pueblo. Y las cifras así lo indican. Ya señalamos que casi el 50% de la población de Fuente el Saz es socio de la biblioteca.


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viernes, 4 de febrero de 2011

Los gobiernos no se heredan, se eligen por los pueblos

Dicen que los egipcios estaban hartos ya del Mubarak ése, que llevaba en el poder 30 años y además quería poner a su hijo para que continuara al frente del país.

Ahora que caigo... en mi país, al Jefe del Estado le nombró un dictador fascista, lleva casi 36 años en el poder y, no contento con eso, quiere dejar a su hijo al frente del país...

Joder, lo mismo pasa igual que en Egipto.

jueves, 3 de febrero de 2011

El ocaso de la mediocracia

Carlo Frabetti, para Kaos en la Red.


Soy escritor profesional y vivo fundamentalmente de mis derechos de autor. Pero cada vez que en mis frecuentes viajes a Latinoamérica descubro una edición “pirata” de alguna de mis obras, lejos de indignarme o acongojarme me llevo una gran alegría, pues es una señal de que lo que escribo interesa a quienes no pueden pagar el excesivo precio que se suele cobrar por los libros. Y estoy radicalmente en contra del canon por el préstamo de libros en las bibliotecas públicas, que supuestamente nos beneficia a los autores y que en realidad no es sino una maniobra de los verdaderos piratas culturales (las grandes editoriales y las grandes gestoras de derechos) para incrementar aún más sus abusivos beneficios; o sea, un paso más hacia la destrucción de lo público en aras del lucro de unos pocos, un nuevo zarpazo del capitalismo salvaje.

Quienes fotocopian mis libros, o los leen gratis en las bibliotecas, o se los bajan de Internet, no me roban ni me amenazan, sino todo lo contrario: le dan sentido a mi trabajo y me animan a seguir haciéndolo; pues si he llegado al punto de ser “pirateado” es, sencillamente, porque mi obra ya ha alcanzado un grado de difusión y de remuneración superior al que merece. Y no se entienda esto último como un alarde de falsa modestia (y mucho menos de modestia auténtica), sino como el mero reconocimiento de que, en términos comparativos (en comparación con otros trabajos, quiero decir), cualquier autor con presencia en el mercado está recibiendo de la sociedad mucho más de lo que le ha dado. O devuelto, más bien, pues quienes podemos dedicarnos a alguna actividad vocacional y creativa, no hacemos más que restituir una pequeña parte de lo mucho que hemos recibido. Somos doblemente privilegiados: por el mero hecho de poder dedicarnos a algo que nos gratifica y enriquece, y por haber tenido acceso a la formación necesaria para poder desarrollar nuestras capacidades.

A lo largo de mi vida, he tenido el privilegio de conocer personalmente a un buen número de grandes artistas e intelectuales. Y cuanto mayor era su talento, más afortunados se sentían y más agradecidos se mostraban, aunque su actividad no siempre fuera acompañada de unos ingresos sustanciosos. Solo los mediocres se quejan; y cuando, por una u otra vía, consiguen encumbrarse, se aferran a sus inmerecidos privilegios como los politicastros a sus escaños y los ejecutivillos a sus maletines. Solo los mediocres que han conseguido el premio de consolación del “éxito” tienen miedo de las nuevas tecnologías, es decir, de las nuevas relaciones de intercambio que inevitablemente generan. Y con razón, porque solo ellos tienen algo que perder. Las nuevas formas de reproducción y difusión de textos, imágenes y sonidos amenazan tanto el monopolio de los grandes medios de comunicación como la hegemonía de los mediocres, anuncian el final de ambas mediocracias.

En esa última cena del antiguo régimen cultural en la que se coló un lúcido y valiente Amador Fernández Savater (la ministra debió de confundirlo con su padre), se vio claro quiénes son los verdaderos depredadores, los verdaderos enemigos de la cultura, que no son otros -y otras- que quienes quieren convertirla en un coto y un mercado. Si algo tienen en común los invitados a aquella bochornosa “cena del miedo” (con escasas y honrosas excepciones), es su condición de mediocres encumbrados, hombres y mujeres que en vano intentan compensar su falta de talento con una mezcla de oficiosidad, oportunismo y sumisión a los poderes establecidos. Y que tiemblan ante Internet de la misma manera -y por los mismos motivos- que el clero y la nobleza del Medioevo temblaron ante la imprenta.

Pues si la imprenta hizo posible la revolución humanista del Renacimiento y el telégrafo hizo posible la revolución socialista, Internet, heredera forzosa de la imprenta y de la telegrafía, propiciará una revolución humana y social cuyas consecuencias solo podemos vislumbrar. Y, como en todas las revoluciones, caerán las cabezas de los privilegiados y se levantarán las cabezas de los desposeídos. Ya se están levantando.



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